Una madre con su hijo adolecente llegan a la parroquia para hablar con el párroco Ceferino, su hijo estaba consumiendo grandes cantidades de alcohol y tenia miedo que se convertiría en un alcohólico como su padre.
El cura se dirigió al joven y le dijo: hoy no te podré dar ningún consejo pero dentro de treinta días vuelve solo y volveremos a hablar.
A los treinta días volvió el joven y el párroco le explicó durante un buen rato los perjuicios que acarrea la ingesta de alcohol y luego lo despidió.
Unos meses despues volvió la madre del adolecente para agradecerle por haber hablado con su hijo y le comentó que su hijo dejo totalmente de tomar alcohol y que retomó sus estudios; antes de retirarse quiso que el párroco le pudiera contar ¿porque le pidió a su hijo que volviera treinta días después y no le hablo directamente ese mismo día?
El párroco le ¡comentó! yo tomaba todos los días una copa de vino en el almuerzo y otra en la cena durante esos treinta días deje de hacerlo y (para siempre) si ese día le hubiera hablado sabiendo que tomaba alcohol mis palabras no hubieran reflejado ni convicción ni sinceridad y su hijo aunque usted no lo crea hubiera intuido que estaba recibiendo consejos de un hipócrita, las palabras, de su esposo, de sus hermanos, y de sus tíos, que aunque lo hacían de buena fe no podían llegar a conmover a su hijo ya que todos los que lo querían convencer de que dejara de tomar todos tomaban alcohol, y el alcohol no se puede tomar moderadamente, como se les quiere hacer creer falsamente a los jóvenes, el alcohol es una droga que idiotiza, pero paradójicamente cuando toman alcohol entre amigos, hasta el más introvertido se vuelve locúaz y esperan que unos terminen de contar sus historias, para que otro cuente sus andanzas y entre copa y copa todos tienen alguna anécdotas divertida donde el protagonista se destaca por ser el más vivo, inteligente o el más guapo, es común entre mediocres el creer que podrían salir de su mediocridad por el solo hecho de beber alcohol
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Alfredo Rebizzo Hernando .....
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