jueves, 1 de septiembre de 2016

Los tembladerales.






Los tembladerales de Dolores
La historia que relato empezó en el año 1850 en un páramo que hoy se llama Dolores y está ubicada en la zona norte de la Provincia de Buenos Aires; en aquellos años la zona no era lo que hoy es, una ciudad pujante sin los peligros que asechaban a los paisanos que se aventuraban a transitar esos parajes llenos de alimañas venenosas, pajonales siempre inundadju⁷gyos, y lo peor los tembladerales que podían tragar  al caballo y su jinete en unos minutos.
La peligrosa zona solo la habitaban salteadores, cuatreros y contrabandistas, que se sentían a salvo cuando los perseguía la justicia, al llegar a los tembladerales los milicos renunciaban a perseguirlos.

Hilario se tenía fe por el conocimiento que tenia de los tembladerales y era el mejor montado de la zona tenia un malacara muy brioso muy bien cuidado, pero lo trataba con mucho rigor para dominar la soberbia de tan hermoso animal, del cual dependía para poder huir airoso de sus perseguidores.
De Hilario en cuestión de quien voy a relatar la historia se dice que en su juventud había sido muy buen domador, que  llego a Dolores y se convirtió en contrabandista, se formó baquiano de los tembladerales guiado por un viejo bandido; una tarde en pleno invierno cuando se dirigía al rancho de su maestro vio al Ruano y se alegró de encontrarlo porque el viejo era muy andador, pero le extrañó que Malo el perro no salió a recibirlo como era su costumbre, cuando con precaución entro al rancho en la penumbra de un farol de kerosene vio al viejo tirado en su catre evidentemente en mal estado y le contó con palabras entrecortadas que lo había picado una víbora cuando sin verla la pisó, le quiso mirar la picadura y el viejo terminantemente no lo dejo, le dijo que lo suyo no tenía remedio que se estaba muriendo, que lo escuchara atentamente, le dijo que como lo apreciaba no quería que heredara nada de él, y que le iba a pagar por unos trabajos que le encomendaría, y señalándolé una lata que estaba sobre un cajón le dijo, esa plata es todo lo que junte en mis fechorías y es tu paga, dicen que la plata no tiene olor, pero yo desconfió del dicho, a mi como vos sabes no me sirvió de mucho, viví mi perra vida como un bicho; ¡mi cuchillo! tíralo no te lo quedes tiene demasiadas muertes, después me tiras al río, porque se desde siempre que vivimos para comer y que de ultimo ser comida y no quiero que me coma ningún bicho de esta ciénaga, luego le llevas mi Ruano al francés y le decís que se lo mando yo, sé que lo va a cuidar siempre le gustó, y varias veces me lo quiso comprar , a malo te pido que te lo quedes siempre esta alerta y te va acompañar y a vos sos al único que siempre quiso, ya hablaba con mucha dificultad, y casi no lo oía, y le dio el último consejo, no partas hasta la madrugada, pronto empezará a llover y va a ver sudestada, salir ahora es muerte segura, la víbora no la pude matar pero me pico dos veces y hasta mañana no tendrá veneno no va ser un peligro para vos , empezó a tartamudear y las palabras que quiso pronunciar se las llevó con él, y al rato murió, Hilario se levantó como un resorte, pensando en salir de la ciénaga antes que empezara a llover, acercó al ruano que todavía estaba con su recado y horquetó al viejo atándolo fuertemente por debajo de la panza, luego tomo la caja con el dinero y la puso en la alforja, el cuchillo envainado en una simple suela  lo coloco junto al suyo que tenia la empuñadura y la vaina de plata, que era su orgullo , a Malo lo ató para que no se separe, tomo el farolito de kerosene, lo rompió al pie del catre lo que provocó un incendio, pensó en congraciarse con la víbora, que si nadie ocupara la tapera recuperaría su lugar en el pantano, donde no debería vivir persona alguna, ya estaba decidido a abandonar para siempre esa vida que la viviría como un bicho, como reconoció que había vivido el viejo, llevando de tiro al perro y al Ruano  salió buscando tierra firme,  cuando se dio vuelta vio la tapera  totalmente envuelta en llamas, siempre fue difícil salir de día de esa ciénaga, pero en invierno y casi de noche lo era mucho más,  pero se sabía baquiano, el viejo le había enseñado todos los secretos, para vadear los temblederales, que estaban disimulados por la vegetación, el que no supiera leer el suelo y los pastos que los ocultaban, caería junto a su caballo y sin remedio perderían sus vidas, al rato el pronostico del viejo se hizo realidad, se oscureció de repente y empezó a llover copiosamente le era imposible ver los senderos y rápidamente la sudestada se hizo notar y tuvo que enancar a Malo, que ya no hace pie, al rato  tuvo que detenerse y ya le era imposible retroceder pensó en quedarse hasta que amaneciera y las aguas bajasen, pero cuando el agua les llego a las vejigas a los caballos se vio finado, y pensó que de los consejos que le dio el viejo no cumplió ninguno, salió antes del amanecer, al perro pensó soltarlo en cuando pisasen tierra firme,  al ruano se lo iba a quedar no se lo iba a lleva al francés chupa cirios, la daga del viejo la llevaría de recuerdo, la plata la pensaba gastar toda, y pensó que jamás siguió un consejo ni de su madre desde que era un niño, y ya de joven a su padre cuando le pedía que no se juntara con fulano o zutano que eran mala junta, pero no seguir los consejos del viejo fue lo peor que había hecho y le iba a costar la vida, como para sobornar al pantano, tiro al agua en cuchillo del viejo y detrás el suyo, luego tiro la caja con el dinero, sin haber experimentado ningún arrepentimiento, como el dicho que el dinero lo compra todo,y ya había pagado tiro su rebenque con el cual había domado y maltratado a su caballo en tantas huidas de los milicos y pensó que los caballos al sentirse libres (quién sabe) lo quisieran ayudar y siguiendo sus instintos lo podrían sacar de ese cajón de muerto que se había convertido en pocas horas el pantano, les saco el freno al Ruano y a su Malacara,  solo les dejo el cabestro, y poniendo por delante al ruano que era el más viejo y ducho los hizo marchar; como si estuvieran esperando la orden salieron decididos, y pareciera que sabían hacia donde iban pero a medida que avanzaban vio que el agua seguía subiendo porque el rumbo que tomaron era  de nuevo asía el centro del pantano, donde estaba en el único albardón donde había hecho su 
tapera el viejo, pero poco a poco fueron virando hacia el norte y zigzagueando una y otra vez noto que el terreno se hacía más firme y al ir aclarando vio con alegría que el agua solo les pasaba los cascos ya completamente 
de día llego a una barranca del río desde donde arrojo el cadáver del viejo no sabía ninguna oración pero pidió a Dios que perdonara al viejo y que lo haga dormir en un sueño en que no tuviera 
pesadillas simplemente un sueño para que descansase en paz junto a los que ya murieron, luego tomo el rumbo para lo del francés y le entrego el Ruano y entendió que el francés lo cuidaría bien, a Malo lo llevaría cabresteando hasta que se alejaran de Dolores y después lo soltaría y si quería hacerle compania, gustosamente lo llevaría, al Malacara le puso de nuevo el freno pero le soltó la rienda para que por segunda vez lo llevara donde él quisiera, ya sabía que los caballos son inteligentes, y nunca hubieran vivido por su propia voluntad en un pantano infesto habiendo tantas tierras hermosas.

“Todos los enfermos graves al borde de la muerte y que recuperan la salud milagrosamente, o como todos los que pasan por alguna circunstancia donde sus vidas corrieron serios riesgos, después de estos trances, si vuelven a tener otra oportunidad por lo general cambian su manera de ser, se vuelven menos ambiciosos se preocupan por las pequeñas cosas de la vida y lo principal se vuelven más humanos”

Después que el Malacara logró salir airoso de los tembladerales, Hilario abandonó y para siempre los pantanos de Dolores y por segunda vez le devolvió el libre albedrío a su pingo le soltó rienda para que tome el rumbo que quisiera, después de llevarlo por todo el país recaló cerca de las cataratas de Iguazú.

Si usted hoy pasa por la zona y preguntara a algún paisano quien fue el mejor domador de la zona sin ninguna duda a pesar de trascurridas tantas décadas le dirán que fue Hilário Miró que llego desde Dolores al norte de la provincia de Bs. As. montado en un malacara llamado “Bravo” que era porteño, que fue el primer domador que no usaba látigo ni rebenque tampoco los maltrataba, que les sacaba las cosquillas hasta que tomaban confianza lo montaba primero en cuero y de pues de varios día les colocaba el apero, como hacían los indios pampas y que Hilario murió de viejo en el año 1899.
     Alfredo Rebizzo Hernando, Villa el Rodeo, San Luis 11/4/2014

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